Un
sonido común tiene una frecuencia de 1 000 ciclos por segundo, esto es, 1 000 hertz (Hz). Como es
evidente, jamás podríamos contar 1 000 pulsos de presión en un solo segundo, pero el oído tiene una
sorprendente sensibilidad a las variaciones en este conteo de la frecuencia.
La sensación se denomina
tono, y los músicos capaces han entrenado su oído para percibir variaciones muy ligeras en la fre
cuencia de la onda sonora. La frecuencia es importante al analizar las fuentes de la exposición al
ruido en el trabajo.
Más importante aún que el tono en los entornos industriales es la intensidad de presión de la onda
sonora. Los picos altos de presión en las ondas pueden provocar daño permanente a los delicados meca-
nismos del oído humano y causar pérdida permanente de la audición.
El oído debe ser delicado para
poder percibir las diminutas presiones de los sonidos audibles más débiles, pero es capaz de soportar un
intervalo de presiones increíblemente grande. Tolera sin daño una presión de sonido 10'000,000 veces
más grande que el sonido más débil. Un resultado necesario de este increíble intervalo de presiones es
que el oído no es muy sensible a los matices entre estas presiones, especialmente cuando se acercan a la
parte superior del intervalo. En otras palabras, conforme los sonidos se hacen más fuertes, el oído
humano percibe menos los incrementos grandes de intensidad, aun cuando se dupliquen o tripliquen.
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