Los irritantes inflaman las superficies del cuerpo por su acción corrosiva. Algunos afectan la piel,
pero una cantidad mayor lastima las superficies más húmedas, especialmente los pulmones. La vícti-
ma de un irritante débil del tracto respiratorio superior puede detectarlo con facilidad, pero los irritantes
del tracto respiratorio inferior a veces pasan inadvertidos.
Cuando el irritante es algún polvo, la enfermedad pulmonar que origina se llamapneumoconiosis.
Éste es un término general que incluye lo mismo una reacción a polvos molestos como la fibrosis, una
reacción más seria que produce tejido cicatricial fibroso que perjudica la capacidad pulmonar. Ejem-
plos de pneumoconiosis son la siderosis (causada por polvo de óxido de hierro), la estañosis (por
polvo de estaño), la bisonosis (por polvo de algodón) y la aluminosis (por polvo de aluminio). Las
fibrosis más peligrosas son la asbestosis (por fibra de asbesto) y la silicosis (por la sílice).
Todos estamos familiarizados con el fuerte olor del amoniaco. Este gas y la humedad de las
membranas mucosas del cuerpo se combinan para formar hidróxido de amonio, un agente muy tóxico.
Es fácil comprender que irrite y lesione los delicados tejidos de nariz, tráquea, pulmones y otras
partes con las que entre en contacto. Con la misma lógica, cualquiera de los gases que se combinen
con el agua para formar ácidos serán irritantes, igual que las partículas suspendidas en el aire de los
propios ácidos.
Las operaciones de electrodepósito lanzan neblinas ácidas al aire, ya que los tanques a menudo
salpican, están calientes y contienen ácido. La neblina de ácido crómico es particularmente dañina y
causa un mal de nombre ominoso, agujeros de cromo. El ácido crómico también destruye el tabique
nasal, que separa las dos fosas nasales.
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