Los conceptos de exposición “aguda” y “crónica” han de referirse ahora,
respectivamente, a periodos breves comparados con el desarrollo biológico de los
organismos afectados o del orden de una fracción significativa de su vida. Una
exposición será “elevada” si puede causar un efecto patológico serio y rápido, mientras
que se considerará “baja” si ofrece solo efectos marginales sobre la mortalidad, pero
puede llegar a causar efectos biológicos observables. Todos estos términos serán
relativos dependiendo de a qué especies se refieran: una exposición “crónica” para
una bacteria sería una exposición “aguda” para una planta; una dosis “elevada” para
un mamífero se podría considerar casi seguro como “baja” para un molusco. La Fig. 14
presenta la respuesta a una exposición “aguda”, en cuanto a la variación entre
organismos de la dosis que causase la muerte del 50% de los individuos expuestos.
La información sobre estos efectos procede en su mayor parte de los experimentos
realizados por los EE.UU. en los años de la guerra fría.
La extrapolación de los resultados de dichos experimentos a la evaluación del
impacto ecológico de una contaminación significativa del medio ambiente es siempre
difícil, pero en la actualidad se están produciendo avances notables hacia una
normalización de las evaluaciones de impacto ecológico. Tal vez sea ésta la última
cuestión pendiente, ya en curso de estudio, en cuanto a la normativa sobre protección
radiológica. La complejidad de los ecosistemas hace preciso basar su protección en
evaluaciones integradoras de todos los aspectos implicados. El desarrollo necesario
en este sentido pasa por establecer magnitudes y unidades adecuadas para la dosis
recibida por las otras especies, modelos dosimétricos de referencia, con geometrías y
organismos suficientemente representativos, y medidas del daño y los efectos
biológicos causados.
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