Si un número suficientemente grande de células de un mismo órgano o tejido
mueren o resultan drásticamente modificadas, puede haber una pérdida de la función del
órgano, tanto más seria cuanto mayor sea el número de células afectadas, constituyendo
un daño somático que se manifestará al poco tiempo de la irradiación. El estudio de este
tipo de efectos es de gran interés para poder predecir las consecuencias de la guerra
nuclear o de las dosis elevadas de radiación recibidas en caso de accidente en
instalaciones radiactivas y nucleares. Gran cantidad de información útil al respecto
procede del empleo de la radioterapia en el tratamiento del cáncer, así como de los
accidentes ocurridos en el pasado. Para que este tipo de daños se manifiesten, en
general habrán de superarse unas dosis mínimas o "umbrales" para la manifestación de
efectos clínicos. A pesar de que los cambios celulares iniciales son aleatorios, el gran
número de células que han de verse afectadas para que se inicie un efecto clínicamente
observable, confieren a este tipo de daños un carácter determinista por encima de los
umbrales de dosis correspondientes. Una vez superados estos umbrales, la probabilidad
de que la radiación produzca el daño en un individuo sano, crece con cierta rapidez hasta
la unidad, dependiendo del efecto, de forma que si se representa dicha probabilidad en
función de la dosis, se obtienen curvas de tipo sigmoideo, como la que aparece en la Fig.
11, basada en la experiencia con las víctimas del accidente de Chernóbil.
La reacción después de una irradiación varía mucho entre las distintas partes del
organismo, y depende también del tratamiento médico que pueda suministrarse al
paciente y de si la dosis se recibe de una sola vez o en varias etapas. En general, los
órganos pueden reparar hasta cierto punto los daños provocados por la radiación, de
forma que una misma dosis suministrada de forma paulatina es mejor tolerada que si se
recibe de forma instantánea.
Por supuesto, si la dosis es suficientemente grande, puede conducir a la muerte
de la persona irradiada. Así, dosis muy elevadas, alrededor de 100 Gray, afectan de tal
manera al sistema nervioso central, que la muerte se producirá en cuestión de horas o
días. Si las dosis están comprendidas entre 10 y 50 Gray, y afectan a todo el organismo,
la víctima podría escapar al síndrome del sistema neuro-vegetativo, pero se producen
lesiones en el sistema gastro-intestinal, con destrucción de las vellosidades intestinales,
pérdida de la función digestiva y grandes hemorragias, junto con una inflamación aguda
de los pulmones, conduciendo todo ello a la muerte en cuestión de una o dos semanas.
Dosis inferiores, entre 3 y 5 Gray, pueden no dañar tan seriamente al aparato digestivo,
pero provocarían la muerte en la mitad de los casos, en uno o dos meses, al afectar
seriamente a la médula ósea, tejido en el cual se producen las células de la sangre.
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