Toda esa experiencia negativa sin duda ha ido creando en el subconsciente
colectivo una idea deformada sobre la radiación y la radiactividad, que se perciben como
intrínsecamente peligrosas, con independencia del tipo de radiación, de la cantidad
recibida o del motivo por el que se reciba. Además, a nivel popular, suele desconocerse
que radiación y radiactividad forman parte de la Naturaleza y de nuestro propio cuerpo,
siendo vistas en general como un nefasto invento del Hombre.
Sin embargo, la radiactividad es uno de los grandes descubrimientos del hombre
contemporáneo, y a la par que se fueron conociendo sus efectos, también se fueron
encontrando aplicaciones de gran utilidad, en las que las sustancias radiactivas o los
aparatos emisores de radiaciones ionizantes resultan insustituibles: además de la
medicina, la agricultura, la industria, las ciencias de la tierra, la biología y otras muchas
ramas dependen hoy en día en muchos aspectos de su utilización.
Este capítulo presenta la naturaleza de la radiación ionizante y los efectos que
causa sobre la materia y en particular los tejidos vivos, los medios disponibles para su
detección y medida, así como las diferentes fuentes de radiación, naturales y artificiales,
a las que los seres humanos estamos expuestos. A consecuencia de todo ello es
necesario protegerse adecuadamente, para evitar sufrir daños, pero sin limitar
innecesariamente la utilización beneficiosa que se puede hacer de la radiación y las
sustancias radiactivas en numerosos ámbitos. Ese es el objetivo de la Protección
Radiológica, cuyos principios y métodos serán también revisados a lo largo del capítulo.
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