viernes, 23 de agosto de 2013

Venenos sistémicos

Más insidiosos que los irritantes son los venenos, que atacan órganos o sistemas, a veces según mecanismos tóxicos aún no comprendidos. Por ejemplo, a los hidrocarburos clorados, comunes en solventes y desengrasantes, se les acusa de dañar el hígado. Probablemente el plomo es el veneno sistémico mejor conocido entre los que se encuentran en el trabajo. 
El plomo está desapareciendo de los pigmentos de pintura, debido a su reputación, pero todavía aparece en el plomo tetraetilo, que se añade a la gasolina. El autor de este libro trabajó en una planta de plomo tetraetilo, y sabe que desde hace décadas sus trabajadores estaban conscientes de lo que el plomo puede hacerle al organismo: ataca la sangre, el sistema digestivo y el sistema nervioso central, incluyen- do el cerebro. Las autopsias han demostrado también daños en ríñones, hígado y sistema reproductor, pero estos resultados no son concluyentes. Otros metales tóxicos son el mercurio, el cadmio y el manga- neso. 
El magnesio, que a veces es confundido con el manganeso, es menos tóxico. Otro veneno sistémico importante es el bisulfuro de carbono. El bisulfuro de carbono es poco común en el sentido de que sus riesgos son extremos, tanto desde el punto de vista de la seguridad (incendio y explosión) como de la salud. Es muy utilizado en la industria como solvente, desinfectan- te e insecticida. Como veneno sistémico, el bisulfuro de carbono ataca el sistema nervioso central. El alcohol metílico (metanol), un solvente popular, también es un veneno sistémico al sistema nervioso central, pero es mucho menos potente que el bisulfuro de carbono. De hecho, el metanol es incluso aceptable, en pequeñas cantidades, como aditivo en alimentos. El alcohol metílico también presenta riesgo de incendio y explosión.

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