miércoles, 11 de junio de 2014

GASES Y HUMOS

Hay dos extremos en las preocupaciones por los riesgos de respiración de los soldadores. Uno. llamémosle posición A. es el que ocupan los mismos soldadores, que a menudo no se preocupan en absoluto de una exposición crónica al "humo" de soldadura. Algunos soldadores incluso disfrutan del olor de los humos. El otro extremo, la posición B, es la del higienista industrial, que a veces se muestra celoso en exceso y que se las arregla para encontrar algún riesgo en casi todas las situaciones de humos de soldadura. Ninguno de los dos extremos tiene toda la razón, y pueden llevar a peligrosos errores en las estrategias de seguridad e higiene. 
El principal error de la posición A es que quienes la adoptan ignoran los efectos a largo plazo de una exposición crónica. Tienden a creer que si los humos de soldadura no los hace sentir náuseas, marcos ni provocan algún otro síntoma agudo, son inofensivos. Pero según sabemos por los principios que tratamos en los capítulos 1 y 8. las exposiciones crónicas pueden ser las más peligrosas debido a sus efectos en la salud del trabajador. 
La posición B exagera los efectos de exposiciones diminutas a contaminantes peligrosos. Cualquiera se aterroriza al saber que algunas soldaduras liberan fosgeno, el mismo gas utilizado en la guerra química. Pero las exposiciones son muy reducidas y se controlan con los procedimientos adecuados. A fin de cuentas, ningún estudio epidemiológico ha demostrado que la soldadura sea una ocupación extremadamente peligrosa. Desde el punto de vista de la salud, los soldadores no tienen promedios de vida significativamente inferiores a otros trabajadores en general. Habiendo dicho esto, pasemos a clasificar los riesgos de las atmósferas de soldadura y a examinar racionalmente lo que se debe hacer sobre ellas.

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